El grosor de las cejas y el color del pintalabios son un reflejo de la economía. Así lo asegura un reciente estudio realizado por la marca de cosméticos japonesa Shiseido. Mientras que los tonos se vuelven más apagados y las cejas se tornan más finas en épocas de crisis, cuando la población percibe una mejora de la situación económica ocurre todo lo contrario.
De este modo se explica que, durante la década de los 50, cuando Japón experimentó un fuerte crecimiento económico, las mujeres lucieran gruesas cejas negras y emplearan lápices rojos de labios. Lo mismo ocurrió a finales de lo 80, década que coincidió con el apogeo de la burbuja económica del país asiático.
Sin embargo, en los años 70, coincidiendo con la crisis del petróleo, las cejas de las japonesas se volvieron mucho más finas y el beige se convirtió en el color protagonista en la cosmética, algo que también sucedió en la década de los 90, tras estallar la burbuja inmobiliaria.
Esta no es la única relación que existe entre estética y economía. En 1926, el economista George Taylor expuso su 'Índice Hemline', una teoría que asegura que existe una conexión directa entre la situación económica del momento y el largo de las faldas.
Así, mientras que en épocas de prosperidad como la década de 1960 las minifaldas estaban a la orden del día, durante malas rachas económicas, como la depresión de 1929 o los años que siguieron a la ya citada crisis del petróleo de los 70, el largo de las faldas se prolongó hasta debajo de la rodilla, tendencia que hoy también se está haciendo notar en los desfiles de las firmas más importantes del momento.
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